‘El francotirador’ (‘American Sniper’, Clint Eastwood, 2014) se inicia en silencio, como muchas de las obras de su director. Acto seguido, sobre una de las terrazas de una casa irakí, un francotirador llamado Chris Kyle (Bradley Cooper) está acostado con su arma preparada. En su punto de mira aparecen una mujer y un niño iraquíes que se dirigen hacia un convoy estadounidense. La mujer le da al niño un artefacto explosivo. Kyle pide confirmación visual, no la hay. Es su decisión.
El sonido de un disparo actúa a modo de puente flashback que nos lleva a la infancia de Kyle, yendo de caza con su padre. Y desde ese instante, Eastwood, mezclando clasicismo y modernidad en armoniosa ambivalencia, ofrece otro de sus duros relatos nada complacientes, hurgando de nuevo en la historia de su propio país y narrando la vida, y muerte, de un considerado héroe por un logro histórico: haber matado a más de 150 personas con su rifle. Leyenda era su mote en territorio bélico. Pero como John Ford sabía muy bien, y también Eastwood, leyenda y realidad no son lo mismo, y una y otra se confunden en las mentes de los que no ven más allá.