'Loca evasión' ('The Sugarland Express', Steven Spielberg, 1974) es la auténtica y única ópera prima de su director. Su tan ansiado salto al cine, gracias a la colaboración en la producción de David Brown y Richard D. Zanuck, quienes al año siguiente le producirían el primer bombazo taquillero de Spielberg. Pero antes de la odisea con el escualo el joven director se sumió en otra road movie, pero alejada totalmente de 'El diablo sobre ruedas' ('Duel', 1971). Esta vez, un suceso real acaecido en 1969, que tuvo en vilo a los estadounidenses durante varios días, cuando un matrimonio, ex-convicta y convicto, hicieron todo un viaje por Texas para secuestrar al hijo de ambos y ser de nuevo una familia reunida. La persecución y acoso de las fuerzas policiales dio lugar a uno de los episodios más populares de la historia estadounidense en aquellos años, convirtiendo a una especie de Bonnie & Clyde en poco menos que héroes nacionales. El poder del pueblo.
De nuevo una carretera y una persecución. El lejano horizonte en Texas como promesa de una utopía. La lucha por la recuperación de la unidad familiar, uno de los temas que obsesionan a Spielberg. Pareciera que nos encontramos ante otro de esos westerns modernos, con una mirada enfocada a través del ratio 2.35:1 por primera vez en la carrera del Rey Midas y que, con la brillante labor en la luz por parte de Vilmos Zsigmond, sigue a una singular pareja. Los miedos, sueños, prejuicios y prácticamente todo lo que viste a un ser humano, hace acto de presencia en un periplo lleno de personajes extravagantes, dando la oportunidad a Spielberg de ofrecer un retrato nada amable de la sociedad estadounidense. En ese aspecto, el libreto, firmado por Hal Barwood y Matthew Robbins —ganador en el Cannes del momento—, es más detallista de lo que parece a simple vista.
Son varios los tipos de personajes que desfilan por un film que en un principio parecía todo un vehículo para el lucimiento de la actriz Goldie Hawn, entonces estrella emergente que ya tenía un Oscar, a mejor actriz de reparto, por su labor en 'Flor de cactus' ('Cactus Flower', Gene Sacks, 1968), alcanzando un gran brillo popular en toda la década de los ochenta sobre todo en el campo de la comedia. 'Loca evasión' no es precisamente una comedia, aunque se exponga alguna situación que puede ser vista como cómica, es todo un drama, con el elementos más característico en muchos de los argumentos de las películas de Spielberg. Lou Jean (Hawn) es una madre ex-convicta a la que el Estado le ha quitado a su hijo. La familia fragmentada, algo que posee elementos autobiográficos del director de Ohio.
El cine del director casi siempre habla de un personaje —normalmente el central— que se enfrenta a una gran pérdida en diferentes contextos y épocas. En 'Loca evasión' una familia de tres componentes está separada desde el inicio. La decisión de la pareja formada por Lou Jean y Clovis (Hawn y William Atherton, actor que iba para estrella, y al que el lector puede recordar como el periodista cabrón de las dos primeras aventuras de John McLane) de recuperar a su hijo cueste lo que cueste, les enfrenta a una huida de prisión de lo más sencilla, una fuga fácil que será el punto de inflexión de sus vidas. El punto de no retorno que culminará con el secuestro de un oficial de policía en su propio coche, compañero obligado, y testigo, de un periplo con pocas esperanzas. Una pareja enfrentada a un sistema que se va relevando como podrido —una de las grandes obviedades de la historia del ser humano como "sociedad"— y un viaje a través del cual irán surgiendo personajes de lo más variopinto. Una road movie como reflejo de la vida en sí, el viaje más importante de todos.
Así, Lou Jean y Clovis, acompañados por el joven policía Slide (Michael Sacks), se encontrarán con simpatizantes con la causa, tratando a la pareja como unos héroes, también aquellos que se suman a la caza, como esa pareja de policías que conducen hacia el ocaso, y con los que la fotografía de Vilmos Zsigmond alcanza instantes de una belleza casi perturbadora. 'Loca evasión' posee un tono de amargura que va acrecentándose según se acerca el fatídico destino de la pareja, un destino marcado desde hace tiempo, con el que Spielberg se revela ya en su ópera prima como un director pesimista/realista, que no negativo. Con los años intentaría aferrarse un poco en sus finales a la esperanza, algo por la que ha sido duramente criticado. En la presente la sensación de tristeza invade al espectador; la hermosura del paisaje contrasta con unos hechos finales —una encerrona por parte de la policía a la pareja— totalmente descorazonadores y que sólo parecen importar a unos pocos, aquellos alejados de todo el circo mediático que se monta alrededor del caso, en concreto los personajes de Ben Johnson —con un Oscar reciente y como claro guiño a uno de los grandes ídolos de Spielberg: John Ford— y el de Sacks, el único que llorará realmente el desenlace de una historia de la que llegó a formar parte. Un detalle muy importante a la hora de la identificación con los personajes centrales, que si acaso parece querer ofrecer un mayor entendimiento entre la ley y los que parecen estar fuera de ella.
Faltaba sólo un año para que Spielberg rompiese taquilla con su siguiente trabajo tras el fracaso de éste, totalmente inmerecido —su paso por España fue catastrófico en cuanto a la distribución, que tuvo lugar en 1980—, y que supuso el primer encuentro con uno de sus colaboradores más asiduos, John Williams, cuya banda sonora ofrece cierta mirada de carácter nostálgico —nostalgia de la buena, no el ejercicio de vacuidad que se lleva a cabo en la actualidad— muy acorde con aquellos años y que puede encontrarse en films como 'La última película' ('The Last Picture Show', Peter Bogdanovich, 1971), 'Verano del 42' ('Summer of '42', Robert Mulligan, 1971) o uno con ciertos paralelismos formales: 'Un botín de 500.000 dólares' ('Thunderbolt & Lightfoot, Michael Cimino, 1974). Gran e injustamente ignorada película.
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